Acabo de llegar de un viaje de 15 días a Estados Unidos. La razón del
mismo era doble, asistir a la reunión anual de la asociación americana
de cirugía torácica, lo que vengo haciendo, prácticamente sin
interrupción, los últimos cuarenta años y visitar durante unos días la
Clínica Mayo, sin duda una de las grandes catedrales de la medicina
mundial, cosa que, aunque con menos frecuencia, vengo repitiendo desde
que tuve la suerte de conocerla en el ya lejano año 1970.
Al hilo de esta visita me gustaría analizar en qué principios se basa
un centro como este que lleva a la cabeza de la medicina mundial 125
años y que ahora junto con otro parecido, la Cleveland Clinic, se han
convertido en el modelo a imitar en la reforma sanitaria propuesta por
el presidente Obama y recientemente aprobada por el Congreso de aquel
país.
Emplazada en Rochester, una pequeña ciudad de alrededor de 70.000
habitantes en el Estado de Minnesota, fue fundada a finales del siglo
XIX por un padre y dos hijos cirujanos que con el trabajo bien hecho
fueron prestigiándola poco a poco y más tarde establecieron las bases de
su funcionamiento actual.
La asistencia en primer lugar, junto con la investigación y la docencia son los tres pilares de su razón de ser.
La Fundación Mayo propietaria de la Clínica es una organización sin
ánimo de lucro, por lo que todos los beneficios se reinvierten en nuevos
proyectos de investigación, impulso de la docencia y mejora de las
condiciones laborales del personal.
El patronato de la Fundación del que forman parte destacadas
personalidades de la política y la empresa, está fundamentalmente
compuesto por médicos.
A diferencia de la mayoría de los hospitales de Estados Unidos, los
médicos de la Mayo, cuidadosamente elegidos por sus compañeros, trabajan
con un salario, distinto en cada especialidad e incluso en cada caso,
de acuerdo con lo que aportan tanto en prestigio como en otros conceptos
a la institución. No están pagados por acto médico sino por su
actuación como médicos. Los objetivos a cumplir son exclusivamente
profesionales y por ello cuanto más y mejor trabajas, cuanto más
públicas, cuanto mejor enseñas más te miman en todos los aspectos.
Por supuesto la gerencia y la organización, a todos los niveles, está
en las manos más expertas y profesionales y por ello el tránsito de un
paciente desde que es visto por primera vez hasta que se va de alta es
un viaje perfecto sin ningún tipo de incidentes.
Como ejemplo clarificante de funcionamiento y como reflexión para
cualquier profesional sanitario que me esté leyendo puedo contar que en
esta reciente visita pude admirar la nueva planta de quirófanos de uno
de los dos hospitales que tiene la Clínica y que cuenta con 70
quirófanos que a las siete de la mañana tienen ya en cada uno un
paciente a punto de ser operado y que funcionan ininterrumpidamente
hasta bien avanzada la tarde, cuando se acaba la última intervención
programada que en el caso de mi especialidad son tres intervenciones de
corazón en cada quirófano
Si vd. lector piensa que es un hospital para millonarios le diré que
se equivoca ya que aunque también estos acuden desde todo el mundo, el
80% de los pacientes que allí se atienden pertenecen al
Medicare, el seguro estatal del que se benefician gratuitamente todos los ciudadanos norteamericanos por encima de 65 años.
Ser médico en la Clínica Mayo es lo más parecido al sueño que todos
tuvimos el día en que decidimos ser médicos y que por lo menos en mi
caso suponía no solo repartir medicina sino también ayudar a crearla.
Aquí en nuestro país el Profesor Jiménez Díaz quiso copiar el modelo
en la Clínica de la Concepción y posiblemente de no haber fallecido
prematuramente lo habría conseguido.
Los que tuvieron la suerte, como yo, de vivir primero como estudiante y más tarde como residente y miembro de la
plantilla,
los años dorados de la Concha ( como era cariñosamente conocida por los
ciudadanos) pudimos disfrutar de algo parecido a aquel sueño. Sin más
preocupaciones que hacer bien nuestro trabajo asistencial, investigar en
nuestro campo en unas instalaciones humildes pero bien dotadas y
compartir con los demás todas las experiencias. No es exagerado decir
que se aprendía tanto en las conversaciones con compañeros de otras
especialidades, en el comedor, como en la biblioteca, siempre llena
hasta bien pasada la jornada laboral. Ávidos de conocimiento viajábamos
al extranjero como podíamos como cuando atravesé en dos días Europa a
bordo de un Seat 600 en busca de un aparato que necesitábamos para
seguir operando y nos exprimíamos el cerebro buscando soluciones
económicamente posibles para la cirugía experimental como cuando en vez
de terneras comprábamos pollinos, infinitamente más baratos, para probar
nuevas técnicas.
Cuando becado por la fundación March, a la que tantos estamos
agradecidos por habernos permitido, en aquellos tiempos difíciles,
completar nuestra formación, llegue a Inglaterra me sentí orgullosísimo
de que la válvula mitral que se utilizaba se llamaba “Álvarez valve”,
diseñada por un cirujano de la Concepción. Recuerdo como todo el mundo
en el hospital además de por el Cordobés me preguntaban por el famoso
cirujano español.
Por desgracia la confluencia de una serie de cambios en el país, la
inadecuada visión de los nuevos gestores tras la muerte del fundador y
una lucha político-sindical mal entendida acabó dañando
irremediablemente un modelo que ya había empezado a florecer con
extraordinarios resultados en la Clínica puerta de Hierro y que debería
haber sido la semilla de nuestra naciente organización hospitalaria.
Pocos días después de que mi amigo el Dr. Puga, recientemente
jubilado jefe de servicio de cirugía cardiaca de la Mayo, me contase
como fue su despedida, homenajeado por el Patronato en pleno de la
Fundación , obsequiado con un valioso cuadro alusivo al corazón y
rodeado por el cariño y el respeto de sus compañeros y discípulos
venidos expresamente desde distintos y lejanos puntos del país me topé, a
mi llegada a España con un magnifico reportaje de este diario con las
quejas de varios médicos de hospitales madrileños a los que con una fría
y escueta nota se les comunicaba su jubilación inaplazable sin ningún
tipo de agradecimiento o reconocimiento. La indignante respuesta a esta
queja dada por el político de turno, de cuyo nombre no quiero acordarme,
fue que se trataba de un acto administrativo que no podía hacerse de
otra manera. Es oportuno señalar que este modo de actuar de los
políticos madrileños no es distinto que el utilizado previamente por los
políticos andaluces o catalanes de aparentemente distinta ideología.
Lector amigo, que nadie le engañe, los avances de la Medicina solo
nacen en Centros donde el médico se encuentra a gusto, incentivado, no
necesariamente con dinero, sino con el apoyo, el respeto y la admiración
de todo el personal del hospital que saben que de su trabajo depende
fundamentalmente el prestigio del mismo y por lo tanto su futuro.
De nuestro sistema basado en médicos funcionarios, mayoritariamente
descontentos con una gestión detentada por médicos políticos sin
formación adecuada, solo podemos esperar, en el mejor de los casos el
reparto más o menos equitativo, de la medicina que otros producen y nos
venden al precio que ellos fijan y al que quizás algún día no podamos
hacer frente
En el otoño de mi andadura profesional sigo soñando con que algún día
ser medico en España llegue a ser lo que pudo haber sido y no fue.
Norberto González De Vega